Una ventana abierta a las andanzas británicas de los alumnos de 2º ESO del Colegio de Jesuitas - Burgos

jueves, 14 de febrero de 2013

Yaba daba dooooooo !

Si los "Picapiedra", que aquí son los "Flintstones", se entretenían yendo la bolera después del trabajo en la cantera, nosotros después de la paliza londinense necesitábamos un día de tranquilidad, con algo divertido y que ayudara a volver a clase. Nada mejor que jugar a los bolos.

Hoy pudimos dormir un poco más y nos reunimos en la academia a las 10:30, luego fuimos juntos a una bolera con 25 pistas, rodeada de maquinitas y billares, donde estuvimos casi hasta la hora de comer. Podemos decir que el arte de lanzar la pesada bola para lograr hacer un pleno o un semipleno al derribar los bolos está muy lejos de estar dominada por muchos de nuestros alumnos. Al hablar de los prehistóricos Picapiedra queríamos reseñar que los que estamos próximos a Atapuerca tampoco hemos evolucionado en este deporte. Primero, la bola, no se llama balón y no bota. Segundo, se puede elegir la bola al peso, pero es más importante que entren bien los dedos y no se atasquen al soltar la bola, algunos salían detrás, pegados como un único proyectil. Tercero, la bola se suelta en la dirección en la que están los bolos y no la contraria. Cuarto, aunque estén puestas las barreras protectoras de los carriles laterales, a los bolos no se juega a tres bandas como al billar. Quinto, el socorrido andamio que ayuda a tirar la bola recta es para los menores de seis años. Sexto, la pantalla de resultados no es un enemigo que se quiera vengar de nadie. Séptimo, si te has ido por algodón de azúcar o a destrozar maquinitas, se pierde turno en los bolos. Octavo, por mucho que te molen las zapatillas de la bolera, no te las puedes llevar. Noveno, cuando pita la alarma de intrusión al pisar la pista no es para anunciar una buena jugada. Y décimo, si inexplicablemente una bola queda en medio de la pista, no se jugará con otra como si fueran canicas y los bolos entorpecieran el gua.

Con estos consejos, esperamos que la próxima vez que nuestros alumnos pisen una bolera habrán evolucionado en su práctica y si no quedarán fuera gritando a Vilma que les abra la puerta. Un grito nada parecido al grito de alegría que soltó Rodrigo Alonso cuando por fin recibió hoy su maleta después de que se la extraviaran por Europa: Yaba Daba Doooooo!